Ventana literaria para contemplar diferentes horizontes literarios y dejarse atrapar por ellos
domingo, 20 de julio de 2014
Pequeños grandes descubrimientos: Egidio el granjero de Ham
Joya literaria. Dícese de aquella obra literaria que merece, dada su calidad y sin importar la extensión de la obra en sí, un lugar especial tanto en la memoria de un lector como en las estanterías de su biblioteca personal.
Singular definición la expuesta en el inicio de esta entrada del día de hoy. Tal vez sea la menos idónea o tal vez sea una definición no exenta de matices o simplemente habría que recurrir a algún diccionario para encontrar una definición con más rigor y exactitud, pero hay obras - como la que planteo en esta nueva entrada del blog- que atendiendo a la definición escrita- e inventada, por qué no decirlo- entraría en la categoría de joya literaria.
Bien es verdad que para otro lector tal distinción sea considerada de exagerada, pero como en todos los caminos, en todos los ámbitos de la vida, hay matices, hay senderos diferentes por los que transitar y llegar a un objetivo común: el placer por la lectura.
Con la intención de no entrar en más divagaciones iré al quid de la cuestión: plantear una nueva recomendación literaria, un libro que para mí entraría en la categoría de joya literaria y no simplemente por salir de la pluma de uno de los grandes escritores del género fantástico como J.R. Tolkien.
Debo confesar que desconocía la existencia de esta incursión literaria de Tolkien, pero la casualidad hizo que en una de las tantas visitas de reconocimiento que uno suele hacer a las estanterías de la biblioteca llamase mi atención la siguiente novela breve de uno de los maestros del género fantástico:
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