sábado, 7 de enero de 2017

Descubriendo autoras con Nobel de Literatura: Svetlana Alexiévich y su Los muchachos de zinc.


La primera vez que supe quién era Svetlana Alexiévich fue cuando saltó  a los medios de comunicación la noticia de que la Academia Sueca le había concedido el Premio Nobel de Literatura de 2015. Hasta aquel preciso momento no sabía - o no le había prestado la debida atención- nada de esta escritora y periodista bielorrusa, por lo que decidí apuntar su nombre en la famosa (y extensa) lista de autores y obras pendientes para cuando llegase el momento oportuno.

 No puede decirse que Los muchachos de zinc, obra que comparto en esta primera entrada del 2017, sea el primer libro que leo en este nuevo año que he empezado, pues inicié a mediados del mes de diciembre su lectura, con la intención de anotarla como lectura de 2016 y como autora leída para el reto de Mujeres laureadas de 2016 organizado por Lidia Casado, pero no ha sido hasta estos días iniciales de enero cuando la he concluido.

Obras de este tipo nos hace formular un sinfín de interrogantes: ¿Conocemos la realidad de los conflictos bélicos que se suceden o se han producido en determinadas regiones del mundo? ¿La población civil sabe realmente qué es lo que sucede más allá de las fronteras del país en el que vive? ¿Conocen los ciudadanos toda la información acerca de ciertas acciones o misiones militares en las que participa su país? ¿Recibe la población información verídica de cuanto acontece en esos conflictos?

Son estas algunas cuestiones un tanto extrañas, o no, para formular en estas fechas navideñas que ya concluyen, pero uno puede llegar a planteárselas cuando se acerca a través de la literatura a ciertos episodios de la historia reciente. Capítulos no muy alejados en el tiempo de los que uno tiene vaga constancia, tal vez por ignorancia, de cómo y por qué se produjeron ciertos conflictos armados y qué sucedía en esos años de período bélico.

Los muchachos de zinc plantea una visión, a través de testimonios directos de soldados del ejército y de sus familiares de la realidad de la guerra entre la Unión Soviética y Afganistán producida entre 1979 y 1989.

Mas, ¿qué sucedió para que la Unión Soviética, la URSS, accediese militarme en territorio afgano y se iniciase un choque armado de años de duración?

El 25 de diciembre de 1979 tropas soviéticas invaden Afganistán. Esta acción militar vino precedida por diferentes acontecimientos de índole político-militar en territorio afgano ocurridos meses antes de la invasión militar. 

17 de julio de 1973. Mohammed Daud Khan, con una relevante carrera militar sobre sus espaldas y tras haber desempeñado diferentes labores de responsabilidad política en el Gobierno, da un golpe de estado derrocando al rey proclamando la república. Su forma de gobernar, así como las políticas planteadas para impulsar económicamente al país, y que fracasaron, amén de alejar a los islamistas de la política nacional y los constantes enfrentamientos entre el Partido Revolucionario Nacional y el Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA), provocaron el descontento popular. 

En abril de 1978 un militante del partido opositor, el PDPA, es asesinado por agentes del régimen de Daud, lo que provoca toda una sucesión de hechos en cadena (una manifestación multitudinaria de protesta, el encarcelamiento de dirigentes del PDPA, etc.) generando numerosas protestas pacíficas por parte de la población civil (como Revolución de Saur es conocida esta revuelta popular) y que desencadenó en un golpe militar.

 La irrupción de los golpistas en el palacio presidencial supuso la muerte de Daud y el ascenso al poder del PDPA, partido comunista fundado en 1965 y que gobernó el país desde 1978 hasta 1992 cuando los fundamentalistas islámicos accedieron al poder.

Las reformas impulsadas en todos los ámbitos de la sociedad por el nuevo gobierno ni el Tratado de Amistad y Cooperación de 1978 firmado entre Afganistán y la URSS no fueron del todo bien recibidas. 

 El gobierno estadounidense no veía con buenos ojos la firma de dicho tratado, por lo que desde mediados de 1979 la CIA, a partir de una orden de Jimmy Carter, el entonces presidente estadounidense, empezó a financiar en secreto a los mujaidines, quienes merced al apoyo logístico y económico recibido por la administración estadounidense iniciaron un período de atentados en protesta por las reformas que el gobierno afgano proyectaba y presentaba. 

 El Gobierno de Afganistán, ante la serie de atentados, decidió pedir ayuda  como aliado que era a la URSS y el 25 de diciembre de 1979 el ejército soviético entra en territorio afgano pensando que su presencia en el país tendría poca duración. Nada más lejos de la realidad. No fue hasta febrero de 1989 cuando los últimos soldados soviéticos abandonan el país. 

 Diez años de conflicto en los que muchos militares soviéticos perdieron la vida o desaparecieron. Diez años silenciados por el poder soviético, sobre las consecuencias sobre los militares o cómo vivían el conflicto. Diez años de duración sobre lo que se denominó como el Vietnam afgano. 


Autora: SvetlanaAlexiévich
Título: Los muchachos de zinc
Publicado en 2013
Edición en castellano: 2016
Editorial Debate
330 páginas
ISBN: 978-84-9992-629-2
Svetlana Alexiévich habla en Los muchachos de zinc de aquellos soldados soviéticos que acudieron al conflicto de Afganistán pensando en que su (supuesta) supremacía militar iba a prevalecer y regresaron con la moral hundida y con el pensamiento que el gobierno soviético no hacía lo suficiente por ellos ni por sus familias. 

En Voces de Chernóbil o La guerra no tiene rostro de mujer, otras obras de esta  escritora y periodista bielorrusa, da voz  a testimonios directos, a los protagonistas de lo acontecido y explicado en esos textos literarios. Lo mismo hace en Los muchachos de zinc. Ofrece en sus poco más de 300 páginas relatos de diferentes soldados, de familiares que han perdido a sus hijos en territorio afgano o que han visto cómo han vuelto con vida sus vástagos. Da voz a todos ellos para exponer un conflicto con poca información para la población civil, para criticar el silencio del poder político y militar soviético.

 Es un ensayo duro (el por qué del título es porque los ataúdes de  los soldados fallecidos en combate que eran repatriados estaban fabricados con ese material, el zinc) donde la desesperación de las familias que ven cómo vuelven sus hijos, cómo vuelven ante lo visto los soldados que no han sido abatidos, el desasosiego de estas se transmite desde el primer momento. Asimismo, ofrece voces que se cuestionan el papel ofrecido por el poder político y por la sociedad en general que cree las palabras del gobierno.

 La publicación de esta obra no fue bien recibida. Las últimas páginas de este ensayo incluyen buena parte de las consecuencias de la publicación de Los muchachos de zinc: acusaciones a la autora de divulgar falsos testimonios, de falsear la realidad, demandas, manifestaciones a favor de que se supiese la verdad mostrada por la periodista, etc. Como se puede ver ante la publicación de la realidad siempre surgen otras voces que intentan desacreditar a quien publica y lo expuesto en las páginas del libro en cuestión...

 Aquí unos fragmentos de Los muchachos de zinc. No son los más representativos, pero sí una buena muestra: 


   "Nuestra credulidad da pena. Los responsables políticos nos convencían de algo que ni siquiera ellos se creían.
 Las recomendaciones del responsable político antes de la vuelta a casa: de lo que se puede hablar y de lo que no. Ni una palabra sobre los caídos, porque somos un ejército grande y poderoso. No debéis extenderos sobre los abusos, porque somos un ejército grande, fuerte y moralmente sano. Romped las fotografías. Destruid los carretes. Aquí no hemos disparado, no hemos bombardeado, no hemos envenenado, no hemos volado por los aires. Somos un ejército grande y fuerte, el mejor del mundo..."

    [...]  (pág. 80)

"Comienza el bombardeo...El proyectil vuela, ese silbido...Se te hiela el corazón...Sientes dolor en tu interior...Han salido de misión dos soldados y un perro. El perro ha regresado, pero de ellos ni rastro...Comienza el bombardeo...Vamos corriendo a escondernos en las trincheras. Mientras, los niños afganos bailan de felicidad en los tejados. Transportan a  un muerto de los nuestros...Los niños se ríen, baten palmas..."

  [...] (pág.171)

" A veces me paro a pensar...¿Y si no hubiera ido a esa guerra? 
Habría sido feliz...No me habría decepcionado a mí mismo y no  habría descubierto cosas de mí que era mejor no saber."
[...]
No nos lo decían abiertamente, pero estaba claro: nos llevaban a Afganistán. No me entrometía a mi destino...Nos hicieron formar en la plaza, leyeron una orden y nos anunciaron que éramos soldados internacionalistas...Todo se percibía con mucha calma, no estabas para decir: "¡Tengo miedo! ¡No quiero!". Nos marchábamos a cumplir con el deber internacional, estaba clarísimo..."

 [...] (pág.172)


 Es una obra dura, pero no por ello debe dejar de recomendarse. Dejaré, eso  sí, un tiempo prudencial para volver a acercarme a alguna de las otras  obras que esta periodista bielorrusa tiene en el mercado traducidas al castellano, pues intuyo que Voces de Chernóbil, una de las obras de referencia de Svetlana, presenta la misma dureza y la misma expresividad que Los muchachos de zinc.

Para quien desee acercarse  literariamente a uno de los capítulos de la  historia del siglo XX esta es una buena opción de lectura...


2 comentarios:

  1. Por el momento no me voy a acercar a él. Creo que será demasiado duro. Un beso.

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  2. Pues nada, que tu reseña me ha dejado unas ganas rabiosas de leer a esta autora, que lastima, tuve por ahí éste libro a la vista y por no saber gran cosa de él lo dejé pasar >_<

    Un beso.

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