En un año y en un período amplio convulso en muchos de los territorios de la geografía mundial- y especialmente en buena parte del continente europeo- al estar produciéndose el segundo gran conflicto bélico del siglo XX (la II Guerra Mundial), las denominadas tropas aliadas hicieron un dramático descubrimiento que deparó grandes y desagradables sorpresas y provocó reacciones de todo tipo. Su hallazgo y lo que representaba fue parte de uno de los capítulos más tristes de la historia de la Humanidad.
Julio de 1944. Aquel caluroso- y sangriento- mes de verano fue descubierto el primer campo de concentración alemán. Mas no fue el único, pues a medida que el ejército aliado avanzaba por territorio alemán y por zonas geográficas ocupadas militarmente por la Alemania nazi aparecieron más campos de prisioneros donde niños, mujeres y hombres se encontraban hacinados en condiciones paupérrimas.
Uno de los muchos campos de concentración descubiertos en esos años fue el de Auschwitz, tal vez el más conocido y el que mayor huella ha dejado, cuya liberación se produjo merced a la llegada de las tropas soviéticas un 27 de enero de 1945.
Se cumplen en este 2015, por tanto, 70 años del final de la II Guerra Mundial y 70 años de la liberación de este campo de prisioneros. Es más, la UNESCO desde hace algunos años rinde un especial homenaje a todas las víctimas del Holocausto nazi cada 27 de enero considerando esta fecha como el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto.
La existencia y/o la creación de los campos de prisioneros nazis guarda estrecha relación con uno de los capítulos más negativos de la historia reciente: el Holocausto.
La llegada al poder de los nazis en Alemania en 1933 supuso el inicio de una persecución por razones de supuesta superioridad racial. Judíos, sobre todo, personas de etnia gitana, discapacitados fueron asesinados o hacinados en guetos, así como disidentes políticos, ideológicos y religiosos que fueron trasladados por la fuerza a campos de prisioneros (comparto un enlace interesante donde se explica con cierto detalle qué es el Holocausto y qué representó).
El cine y la literatura, tanto la de ficción como la de no ficción- de los últimos años han abordado los diferentes temas relacionados con los años de la Alemania nazi, de la II Guerra Mundial. De hecho, en librerías y/o bibliotecas podemos encontrar documentos audiovisuales o escritos que plantean desde diferentes perspectivas algunos capítulos relacionados con este período, así como multitud de testimonios que vivieron en primera persona la crueldad de aquellos años, los sinsabores de acabar y permanecer largo tiempo hasta su salvación en campos de prisioneros, en campos de trabajos forzados.
Neus Català (única superviviente española del campo de concentración de Ravensbrück y cuyo testimonio quedó reflejado en la obra Un cel de plom) o Anna Frank son dos de los ejemplos más representativos de testimonios reales que han dejado de alguna manera testimonio de aquellos años. Y en el ámbito de la ficción literario existen numerosas obras, algunas de las cuales compartí en su día en este blog (Todo lo que cabe en los bolsillos y La canción de Jan), que tratan diferentes aspectos de esos años.
Raro o poco frecuente es distinguir entre la gran variedad de títulos existente en la sección de literatura infantil y juvenil alguna obra que plantee un tema tan duro y delicado de explicar como el relacionado con el Holocausto.
La historia de Erika es una de esas obras literarias- concretamente un cuento ilustrado, que uno no espera - por poco frecuente- encontrarse en una sección para un público lector tan joven o en un formato tan visual y menos que aborde el tema en sí.
Autora: Ruth Vander Zee Ilustrado por Roberto Innocenti Título: La historia de ErikaEditorial Kalandraka Publicado en 2003 Edición de Kalandraka de 2014 24 páginas ISBN: 978-84-8464-521-4 |
Es esta una obra dura que relata la historia de cómo Erika, la protagonista de esta historia, se salvó del Holocausto, de cómo evitó entrar en uno de los campos de concentración de los nazis. Y lo explica siendo ya anciana y en esos momentos fruto de la casualidad a Ruth Vander Zee, escritora norteamericana que se halla de visita turística en una localidad alemana, y quien plasma en esta obra literaria tan dura historia.
Mas no solo se explica en este cuento ilustrado el cómo Erika logró salvarse, siendo un bebé, de acabar en un campo de concentración, sino también ciertos hechos que guardan relación con la acción de los militares nazis que trasladaron a miles de personas de ciudades guetos donde estaban recluidos a otros lugar empleando trenes poco adecuados para el transporte de personas como medio de transporte.
Historia dura la que se plantea y vemos narrado en este texto literario merced a este testimonio. Erika se salvó del fatal destino, gracias a la acción de sus padres de decidir tirarla del vagón en el que se encontraban hacinados y gracias a que alguien la recogió y la crió lejos de esa cruel realidad. Pese a no haber vivido de primera mano muchas situaciones sí que estuvo a punto de hacerlo y se cuestiona muchos aspectos relacionados a cómo acabaron sus padres y muchas otras miles de personas en aquellos vagones de ganado utilizados para trasladarlos a campos de concentración, en qué condiciones se encontraban...
Si la historia en sí es dura las ilustraciones (de Roberto Innocenti), de una gran calidad, transmiten de manera clara, directa esa dureza expresiva, emocional, esto es, lo que el texto que aparece en algunas páginas expone (aunque las ilustraciones tengan cierto peso, cobran mayor fuerza con el texto) El miedo, la inquietud, la dureza de aquellos momentos de desconocimiento acerca de lo que deparará el futuro más inmediato son algunas de las sensaciones, de las emociones que las ilustraciones dejan traslucir. Es más, las ilustraciones del principio y del final de la obra son en vivo color, transmitiendo energía, positividad, futuro, mientras que el resto son imágenes en un tono oscuro exponiendo la dureza de lo vivido en aquella época.
Es La historia de Erika otra (muy buena) manera de acercarse a esa época, de conocer determinados aspectos de ese período tan cruel y duro para millones de personas, de acercar a un lector joven un capítulo de la historia reciente, de que este lector joven - e incluso adulto- comprenda qué se puede evitar, qué debe saber para que no se vuelva a producir.
Es de agradecer también que una editorial, como en esta ocasión Kalandraka, aborde un tema de tales características en un formato poco habitual y dirigido inicialmente para un lector joven, aunque pueda estar también destinado a un público de mayor edad.
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